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Mujeres rurales encabezan la lucha por la tierra en Guatemala

  • JASS

“Puedes unirte a la reunión, pero no puedes hablar.”

 

Fue lo que el alcalde de “La Lupita”, en el municipio de Santo Domingo Suchitepéquez, en Guatemala, les dijo a Dalila Vásquez y a sus compañeras de la organización Madre Tierra cuando asistieron a una reunión en su propia comunidad. No era la primera vez que los hombres trataron de silenciarlas y probablemente no será la última, pero ellas han rechazado dar marcha atrás a todos los avances logrados a lo largo de los últimos años. 

Dalila es una de las líderes de Madre Tierra, que lucha por el derecho de las mujeres indígenas y rurales al acceso igualitario a la tierra en la comunidad La Lupita, derecho que por ley tienen las mujeres guatemaltecas, pero que no siempre pueden ejercer. Entre los múltiples obstáculos que tienen, está la norma cultural que establece que sólo  los hombres pueden comprar tierras; lo que se traduce en discriminación y acoso a las mujeres activistas, no sólo por parte de  autoridades civiles, sino también de hombres en sus propias organizaciones y movimientos, así como una oposición de líderes que no toman en cuenta las perspectivas de las mujeres. En pocas palabras, no es fácil para las mujeres activistas romper la cacofonía de la misoginia y la burocracia, pero es exactamente por lo que luchan a diario Dalila y Madre Tierra: 

El Patriarcado y el racismo son dos grandes áreas que no solo hemos internalizado, sino  que están ahí, presentes, afectando principalmente a las mujeres

Mujeres como Dalila están a la vanguardia de los esfuerzos por la justicia ambiental en su comunidad; sin embargo, no tienen voz en las mesas de negociaciones. Encabezan la lucha por la protección de sus tierras de los impactos de la minería, del petróleo y de compañías multinacionales que impulsan proyectos en nombre del “desarrollo” y que están destruyendo los medios de vida y los fundamentos culturales de sus comunidades. Como respuesta, reciben amenazas y son acusadas de obstaculizar el desarrollo y detener el progreso. Además, como mujeres indígenas, Dalila y sus compañeras sufren con el racismo y el sexismo, toda vez que algunas personas en el poder asumen que su etnia y su género las hacen ignorantes y, por lo tanto, fáciles de ignorar:

Las mujeres rurales, indígenas y campesinas somos vistas como ignorantes, como si no supiéramos nada, y por eso ellos [oficiales del gobierno] no nos prestan atención si no estamos acompañadas por alguna persona de posición destacada

En JASS sabemos que cuando las mujeres rurales e indígenas se convierten en líderes, debemos seguir. A través de nuestra Escuela de Liderazgo Feminista de Alquimia y como co-coordinadoras de la Iniciativa Mesoamericana de Mujeres Defensoras de Derechos Humanos, acompañamos y fortalecemos a las mujeres activistas en Guatemala y en toda la región mesoamericana en tanto ellas se organizan para salvar nuestro futuro. Por medio de la acción colectiva, estas activistas luchan por las mujeres en sus comunidades y al mismo tiempo fortalecen su liderazgo político. Asimismo, por medio de la Escuela de Alquimia encuentran aliadas, a la vez que comparten estrategias de resistencia y construyen solidaridad. 

Dalila, representante de Madre Tierra, fue una de las primeras de 22 mujeres rurales e indígenas de siete países mesoamericanos que participaron en un curso de liderazgo estratégico de Alquimia. Este grupo de mujeres activistas aprendieron que una mujer o una organización pueden provocar cambios, pero que si forman parte de un colectivo, pueden crear olas significativas de cambio. Compartir con otras mujeres de diferentes países cuyas ideas y estrategias surgen de diferentes experiencias, fue un proceso enriquecedor para todas las participantes, incluyendo  a Dalila. También les permitió ir más allá de la construcción de conocimientos y abordar otras dimensiones fundamentales que a menudo pasan desapercibidas durante las capacitaciones y los procesos organizacionales:

Poder compartir, conocer, e intercambiar, nos ayuda a identificarnos con quienes somos, lo que queremos, y lo que queremos conseguir. Para mí esto es muy importante, poder mantener una conexión espiritual, esa conexión entre nosotras, sin competencia, sino al contrario,  complementándonos

La acción colectiva no terminó cuando las Alquimistas se encontraron al final de su curso en 2016. Las participantes se identificaron tan fuertemente  unas con otras como aliadas y se beneficiaron de tal forma de la solidaridad, que al compartir sus historias surgieron experiencias, y estrategias creativas por la resistencia y decidieron crear una alianza: La Alianza Mesoamericana de Mujeres Indígenas, Rurales y Mestizas, actualmente activa, que brinda apoyo mutuo entre sus miembras. De manera importante, la Alianza colabora con JASS Mesoamerica para adaptar la capacitación y apoyo de liderazgo regional en los niveles nacionales.

Para JASS, las escuelas de Alquimia han permitido también facilitar y abrir espacios para que las mujeres defensoras puedan compartir sus historias, sus retos, sus estrategias, y metas con otras mujeres; una herramienta fundamental y sostenible para contribuir a que  las mujeres estén a salvo y fortalecidas en sus  iniciativas de movilización. A pesar de que queda un largo camino por recorrer en la defensa de derechos de las mujeres rurales, las experiencias como las de Dalila nos demuestran que cuando las mujeres amplifican sus voces y construyen colectivamente, tienen el poder para avanzar en sus derechos, son capaces de enfrentar retos y transformar no solo sus vidas, sino también las de sus comunidades.

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